viernes, 19 de septiembre de 2014

Deja bailar a los niños (a partir del hechizo fluido de 'Boyhood' y la inocencia sabia de 'En salvaje compañía' de Manuel Rivas


Por Tesa Vigal

‘Deja bailar a los niños’ es un verso de una canción de Bowie. Podría ser uno de los posibles resúmenes del movimiento contracultural de los años 60-70. La importancia decisiva para vivir que supone el conservar el contacto con nuestra parte más libre, la que se asombra, juega, explora, siente igual de natural el lado mágico del mundo y coloca en primer lugar el amor. 


En ‘Boyhood’ de Richard Linklater, está el toque, la gracia natural del juego en su manera de contar el río de la historia de un niño, (desde los seis años a los dieciocho) que va arrastrando en su camino el poso de la melancolía, de las huellas de la gente que le rodea, de nuestra memoria personal y selectiva recordando una escena a nuestra manera. No hay otra. Eso le da sentido y se lo quita al mismo tiempo. Porque lo que sentimos, al contemplar nuestra historia, es la presencia de un sentido escurridizo al que no podemos ponerle nombre, o al que llamamos sinsentido. Quizás no es necesario nombrarlo. Sólo sentir esa sensación de misterio fundido con lo cotidiano. Y el tiempo desaparece en esta película, quizás porque es un tiempo real (rodada durante doce años, una semana por año) sobre el fluir del tiempo (conmovedora la fragilidad que trasmite la forma de envejecer de los actores, magníficos Ethan Hawke de la trilogía de ‘antes de amanecer… etc’ y Patricia Arquette) y a pesar de su larga duración se pasa en un soplo, como la misma vida.  

Campesina gallega

Hablar de libros y películas que me conmueven no tiene para mí ningún sentido mental, nada que ver con crítica o análisis. Tiene el sentido vital, incluso urgente dependiendo del momento, de descubrir puertas, soluciones, evitar trampas, seguir el rastro de la libertad y el amor, esas palabras amenazadas por tanto manoseo vacío. Eso tan hippy que sigue agitándose en el centro de nuestras vidas, ya sea desde la búsqueda o el rechazo. En nuestro día a día tenemos que enfrentarnos con circunstancias diversas, con todas ellas, incluyendo las externas derivadas de leyes, economía, o golpes inesperados, lo decisivo es la forma de vivirlo. 

Si cambia la gente cambia el mundo. Así que supongo que en este blog (y en los otros dos: www.librosconaliento.blogspot.com y www.peliculasecreta.blogspot.com )
lo que hago es reivindicar directa, o indirectamente, facetas de la contracultura que siguen vivas y pendientes de realizar y tratar de experimentar soluciones en estos tiempos de clausura. Oscuros porque no se mira. Ciegos por el deslumbramiento tecnológico (que en sí mismo es algo neutral, depende de cómo se use) y la obsesión por la salud del cuerpo. Cerrados por excluir la imaginación. Mezquinos por la tiranía de la seguridad. Encadenados por la avaricia. Idiotizados por lo políticamente correcto. Cobardes por el miedo a lo desconocido. Perdidos por usar la naturaleza al servicio de lo práctico. Deshumanizados por la vieja idea de que el fin justifica los medios. Este retroceso evolutivo incluso viene acompañado, últimamente, del retorno decimonónico de nacionalismos. Como si se volviera a adorar las fronteras. Yo por mi parte no creo en ellas. Aunque lo más terrible es el retorno a fundamentalismos dogmáticos (lo opuesto a lo espiritual) en un regodeo sangriento en la violencia. Si en la época de la contracultura estaba de moda leer y la gente hablaba de música, películas, libros, maneras de vivir, auto realización, exploración de conciencia, alternativas de vida en comunidad y amorosas, ahora la gente habla de tecnología y dinero.


Todo eso es opuesto a la inocencia luminosa y conmovedora, incluso cuando se tiñe de socarronería, del maravilloso libro de Manuel Rivas ‘En salvaje compañía’. Yo no viví de niña en el campo, pero en mi barrio conocí ese tipo de personas auténticas, más allá de las circunstancias sociales con su peso silencioso gravitando en el aire. Gente como Rosa, la campesina de alma limpia a pesar de un marido borracho metido en negocios turbios. Del emigrante retornado a su tierra desde Nueva York, donde construyó rascacielos junto a otros obreros gallegos e indios. Por eso le llaman Spiderman y ayuda a Rosa y a sus niños a recoger y curar a una zorra herida en el bosque, mantiene su viejo amor como un dulce baluarte y sus pisadas huelen a la poesía de la tierra mojada. 

Gracias Manuel por la especialísima sensibilidad de tu forma de contar y la poesía de las heridas o dulzuras que cuentas. Un libro irrepetible.

En esos bosques y las casas cercanas habitan espíritus de muertos encarnados en animales. Un antiguo cura y un cazador furtivo prosiguen, como pueden, su evolución dentro del cuerpo de sendos ratones. Y está Toimil, el cuervo mensajero del rey de Galicia, que surca los cielos acompañado por sus trescientos cuervos. Testigo de las andanzas de los habitantes de la comarca. Del descubrimiento repentino, por una niña refugiada de la lluvia, de luminosas pinturas medievales en la vieja ermita, escondidas bajo capas de cal blanca, saliendo a la luz con la llamada de la tormenta y su aguacero. Todo ello tan vivo y oloroso como un pan recién hecho.

La misma impresión de ‘Boyhood’, en eso reside su impresión imborrable. Comes el olor, hueles la tierra, late el tiempo más allá de ti. Me emocionó al borde de las lágrimas, casi al final, no porque fuese una escena de llorar, sino por el efecto acumulativo de todo lo que había sentido viéndola, casi sin darme cuenta. Porque nuestra vida nos pregunta a nosotros mirándonos en el espejo. Nuestra historia tras décadas de esfuerzos, obligaciones, desvíos, errores, círculos… Patricia Arquette, encarnando con enorme humanidad a la madre del niño, llorando el día de su partida a la universidad no porque se vaya de casa, sino por sentir el desconsuelo de mirar hacia atrás su vida: “creí que habría algo más…”.

Lo que hay, lo que recordamos (que no es garantía de objetividad sino todo lo contrario) es una sucesión de escenas sueltas con diferentes edades, en distintas casas o ciudades, rodeados de gente apareciendo o disolviéndose, algunas referencias si se tiene suerte, o etapas solitarias para bien y para mal. En una fluidez empapada que es el presente, lo único que existe, sobre el que vuela el peso de las  huellas de siglos y palpitan en nuestros pasos cientos de respuestas, sin acabar de encontrar las preguntas correspondientes.