jueves, 20 de febrero de 2014

Fitzgerald, la melancolía de los sueños extremos


Por Tesa Vigal

Es lo que se me ocurre siempre que releo a Fitzgerald. Suena contradictorio, pero ese es precisamente el punto especial que rezuma 'El gran Gatsby' y la propia vida de este escritor, un soñador irreductible, siempre nadando en el choque entre un anhelo involuntario, la entrega desaforada al final de las canciones, lo doloroso de la lucidez, la belleza escondida que vuela y se estrella, la búsqueda instintiva de aquello que se esconde en la juventud, las alas de una imagen, de una tristeza sin puertas, de los deseos sin fondo, de lo delicado irreductible y la fragilidad de lo fuerte, la grandeza de lo pequeño, el dolor de lo grande.


Su vida parece una de las historias de sus relatos. Famoso a los 20 años con su primer libro, 'A este lado del paraíso'. Poco a poco olvidado. Amor con Zelda, su mujer, tocado por lo ilusorio y lo maldito, vivido a lo largo del jazz de la época, ciudades como París, vagabundeo de fiesta en fiesta, de alcohol en alcohol, de fracaso en fracaso. Su "carrera" fue cuesta abajo desde el principio y murió como escritor olvidado hasta que alguien le recuperó en los años 60, colocándole entre los grandes de la generación perdida. Nació con el siglo XX y murió en 1940 con el alcohol como problemático compañero de viaje y su mujer Zelda internada en una clínica psiquiátrica, en la que moriría ocho años después, en un incendio. Pasando por Hollywood como guionista (igual que otros maravillosos escritores de la época, como Chandler, Faulkner...), como un guiño irónico a sus  pesadillas, trabajando para ese nido de sueños de apariencias sugestivas y alas rotas, sistemáticamente. En otra de sus novelas: 'hermosos y malditos' refleja más directamente su nómada vida de altibajos con Zelda. El vuelo y el agujero y, sin embargo, sin renunciar nunca a esa promesa inalcanzable que sentía latir en la vida.

Hoy le he releído y encontré un cierto parecido con la rara melancolía de una pintura del arte actual chino, que vi en enero, en el cuartel del Conde Duque. Quise volver a verla, pero la exposición ya se ha acabado. Es una escena callejera de jóvenes que me transmitió una enigmática delicadeza. Se titula 'bloom of youth' y su autor es Wang Guanjun (abajo dcha.).

Sólo existe el presente y cada instante se convierte en pasado. Movimiento y libertad, la materia de los sueños. Los sueños, la respiración de la vida. Este es el final de 'El gran Gatsby':

"... pensé en el asombro de Gatsby al advertir, por vez primera, la luz verde al final del malecón de Daisy. Había recorrido un largo camino para llegar a este verde césped, y su sueño debió parecerle tan próximo que no le sería imposible lograrlo... No sabía ya que estaba detrás de él... en alguna parte de aquella vasta oscuridad, más allá de de la ciudad, donde los oscuros campos se desplegaban bajo las sombras de la noche.
Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros... Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos, más de prisa, abriremos los brazos, y... un buen día...
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado".   

Abajo escena de la última versión llevada al cine. Magnífica interpretación de Leo di Caprio, pero la peli no me gustó más que a ratos. Como la versión anterior de Robert Redfor (y sin embargo siento maravillosas algunas películas y penosas sus anteriores novelas. Tengo varios ejemplos).
Aquí y ahora.