lunes, 26 de noviembre de 2012

La noche del oráculo de Paul Auster (En la casa' de Ozon)


Por Tesa Vigal

Saliendo de la habitación cerrada. Esa es la sensación que me dio el libro de Auster (en las tres fotos siguientes). Un recorrido tan inevitable como imperioso, con tramos a oscuras, pasillos bajo la luz intermitente de inquietantes bombillas,  como en una película de David Lynch, saltos sin red de una vida a otra nueva, huellas en la tierra húmeda de un pasado vivo y un presente paralizado, pistas y señales en lo que sale al paso en vagabundeos por calles mojadas, siempre mojadas, con lluvia o sin ella, y habitaciones que sólo pueden abrirse desde fuera. Como en la que se queda encerrado, sin querer, Nick Bowen, el hombre que acaba de soltar su vida anterior con todo su bagaje: mujer, casa, trabajo, ciudad.

Lo ha decidido porque al caminar por una calle de Nueva York, una gárgola de un viejo tejado ha caído a sus pies rozándole la chaqueta. Un día de fuerte viento. El viento siempre es más que viento. Ese encuentro con el destino (uno de los temas favoritos de Auster, ese fascinante buceador vital) le lleva a sentir que si sigue vivo, pero debería estar muerto, es que su pasado ya no existe y como si acabara de nacer debe empezar desde cero. Para un taxi instintivamente, pide ir al aeropuerto y allí paga con su tarjeta un billete para el primer vuelo que salga. Resulta ser un local local y provinciano, donde nunca ha estado ni conoce a anadie: Kansas city. Allí se quedará atrapado en esa peculiar habitación por haberse olvidado la llave fuera y haber cerrado la puerta a su espalda, pensando en otra cosa.

Este hombre, Nick Bowen, es uno de los espejos del laberinto de esta múltiple historia. La escribe, febrilmente, perdiendo la noción del tiempo, Sydney Orr en un cuaderno azul que le atrapa en El Palacio del papel, la papelería de un chino que Syd descubre en sus primeros paseos vacilantes, tras haber estado en el hospital al borde de la muerte. Es un treintañero pero los primeros días se mueve como un viejo. La rehabilitación es volver a la vida, obvio, pero ¿a qué vida? Tal vez el cuaderno azul del señor Chang de Brooklyn le estaba esperando, igual que la gárgola a Nick Bowen.

Como en 'El palacio de la luna' (aún más fascinante, con páginas que vibran con el magnetismo del chaval protagonista, "moviendo ficha" de manera extraordinaria para recibir una respuesta de la vida) hay sendos establecimientos chinos, papelería y restaurante, y dos palacios. Uno lunar. Otro de papel, el cuaderno azul. También en los dos libros hay historias dentro de historias (en realidad todas las vidas son así). Aunque en 'La noche del oráculo' son auténticas muñecas rusas. Una dentro de otra y dentro de otra... Y la que da título al libro es, precisamente, la más recóndita, la que se encuentra en el núcleo.

'La noche del oráculo' es un libro inédito, descubierto por su nieta, de una famosa escritora de los años 20 del siglo pasado, que llega a las manos de Nick Bowen y se lo lleva con él a Kansas city, a su nueva vida, y allí lo lee.

Lee la triste historia de un soldado de la primera guerra mundial, que descubre que a veces adivina escenas del futuro que luego se cumplen. Fogonazos incómodos, turbadores, que quisiera no tener. Cuando ve el futuro terrible con su amada novia que también le ama, rompe con ella para evitarlo. Final de incomprensión dolorosa para ella y pena del desgarro asumido para él.

Claro que la historia de Nick Bowen le viene a Syd Orr imparable, sin saber su final, ante el cuaderno azul, recordando lo que le cuenta un amigo (que ha sido amante de su mujer Grace), como una anécdota que un personaje de Hammett relata a otro en una de sus novelas, 'El halcón maltés'.

Así que cada historia-muñeca rusa quedaría así:
·*Sydney Orr - su amigo John - su mujer Grace...
                             
 *hombre que cambia de vida en la novela de Hammett

·*Cuaderno azul - historia de Nick Bowen...
                                                              
 *Su mujer Grace sueña con habitación cerrada

·*Noche del oráculo

El sueño de Grace, sin saber lo que ha escrito su marido, ocurre tras acabar de escribirse la historia del cuaderno azul sin saber cómo seguirla, sin saber si sigue o no. Simplemente el encierro es también el punto aparentemente muerto de la historia. Nadie puede sacarle de allí porque nadie sabe dónde está, un lugar subterráneo conocido sólo por su constructor, el viejo taxista que le da trabajo allí, en su 'Oficina de preservación histórica' repleta de estanterías llenas con hileras interminables de guías telefónicas de todas partes y cualquier año.

Grace sueña que los dos se quedan encerrados en una habitación donde han pasado horas salvajes en la cama. Un sueño erótico de una habitación cerrada.

Lo que ha escrito en el cuaderno azul se repite en la vida, como un conocido poeta citado por Orr, que dejó de escribir cuando lo escrito se materializó en el futuro y tuvo miedo del poder de la palabra escrita de determinada manera, quizás desde esa dimensión sin tiempo ni espacio, sin saber cuándo adquirirá ese misterioso, temible poder.

Ese es también el tema de la película 'en la casa' (siguiente foto). Historia dentro de historia, donde se acaba por dudar de si algo de lo sucedido es verdad, o se ha quedado en las páginas escritas por el chico de la última fila. Porque otras cosas son registros de algo real (lo sabe su atrapado profesor) y otras son provocadas por lo escrito anteriormente.

Los límites entre lo imaginado, lo presentido, lo recordado y lo sucedido son tan finas y ambiguas que queda en evidencia que tan sólo lo experimentado, lo sentido, es real. El dato de que haya sido en un sueño, en la vigilia, borracho, o sobrio, imaginado, o testificado, carece de importancia. Son circunstancias de lo vivido.

El poder transformador de la realidad por lo imaginado por el chico de la última fila en la película. El de lo escrito por Orr en el cuaderno azul. El de lo que pensamos, percibimos y suponemos a cada momento materializando mundo, desemboca en lo esencial: ¿Cómo salir del involuntario encierro en una habitación cerrada por tí mismo? Estoy en ello. Si depende de mí lo intentaré hasta el final. Si depende de una ayuda aleatoria exterior, como en el cuento de la bella durmiente, estoy perdida porque sólo yo sé dónde está la llave. Si depende del destino, puede que lo que suceda, algo o alguien, pregunte a través de la puerta dónde he puesto la llave. O quizás bastaría con imaginarla con todo detalle y el deseo sin mezcla de dudas (como dirían los seres del País Borroso) la colocaría de nuevo en mi mano.

En cualquier caso leer esos dos libros de Auster y la peli de Ozon me han animado a seguir en el camino libre que nunca he abandonado. Sobre todo en momentos de habitación cerrada por mí sin querer, cuando mi necesidad más pura es abrirla. Contradicciones. De nuevo los límites difuso a golpe de bruma. Invocaré al viento.