viernes, 28 de septiembre de 2012

Reaciones: de Buñuel a David Lynch


Por Tesa Vigal

Impotencia, confusión...

Me siento al lado de la gente que protesta digna y pacíficamente contra las numerosas injusticias de aquí o de cualquier lado. Pero soy contraria a cualquier tipo de violencia. Lo que llega a conseguirse de esa manera se revela otra forma de tiranía, porque los cambios auténticos de larga vida son los que surgen desde el interior de las personas, nunca los impuestos desde fuera. De ahí la importancia decisiva de tomar conciencia de nuestra situación, de lo que somos y lo que no somos y  de las posibles soluciones que estén en nuestra mano. Sin confundir nuestra respuesta al exterior con la actitud evasiva de echar todas las culpas al mundo, sin querer encarar ni cuestionar nuestra actitud, dejándonos llevar por cualquier fantasma que nos quiera devorar devorando al mundo.

Por eso, en estos tiempos convulsos, vuelvo al inconsciente, a la raíz de la construcción y la destrucción, de la vida y de la muerte, es lo que está en mi camino, apoyando con todo mi corazón el lado periodístico y social que es la otra manera de enfocar la vida humana.

En mi camino el Buñuel de 'El ángel exterminador' (en la foto). Esa película única en la historia del cine, que refleja ese tipo de situaciones sin salida aparente por nuestros miedos y neurosis. Cuando no podemos salir de una habitación aunque tiene las puertas abiertas y objetivamente existe una salida. Pero da igual si nosotros no la vemos, o si la vemos a nuestra manera, cerrada subjetivamente. El mundo es producto de nuestra percepción personal. La gente encerrada de la historia sólo puede salir de allí cuando vuelve al punto de partida, al momento en que surgió el miedo y la puerta cerrada. Ese momento gozne en el cual se sitúa de nuevo en la encrucijada y puede actuar de manera diferente.

Buñuel es un cineasta explorador del inconsciente que nos domina y dirige nuestra vida, lo queramos o no, lo aceptemos o lo rechacemos, y especialmente cuando no queremos saber nada de él. Entonces suele volverse destructivo y ponerse frente a nosotros en forma de pesadillas. Por el contrario es nuestro aliado si lo aceptamos y encaramos. En ese caso es la fuente de nuestra libertad, de nuestro ser auténtico, lleno de potencial enorme al servicio de nuestra vida y de la vida. 

David Lynch es de su misma 'estirpe' cinematográfica. En sus películas explora nuestro lado desconocido, poniendo en evidencia la manera en que el inconsciente se funde de manera cotidiana en nuestra vida, la realidad vital de nuestros sueños, su importancia significativa como un cuaderno de bitácora de nuestra situación profunda, por debajo de la piel de las situaciones cotidianas.

'Blue velvet' ('terciopelo azul') es una de sus más redondas películas. 

En 'Mulholland drive' logra la misma capacidad turbadora, profunda, hipnótica, con la diferencia de que en esta historia lo cuenta mezclando en concreto los sueños y la vigilia de su protagonista, una chica de provincias que llega a Los Ángeles con la esperanza de triunfar en el cine, protagonizada de manera impresionante en sus varias facetas por Naomi Watts.
Su manera simple de ver la vida, sin ser aún consciente de todo su lado desconocido, la colocará de manera imparable frente a sí misma y sus fantasmas. Cuando eso sucede, si nuestra actitud es la de dejar de creer en lo bueno de la vida porque en el fondo nuestra visión del mundo ha sido unilateral, sin dar cabida a su parte complementaria y sombría, el efecto será devastador. Y en lugar de enriquecer iluminando nuestro camino de manera profunda, nos quedaremos de nuevo en la superficie aunque esta vez "creyendo" sólo en la parte negativa de la existencia. Sin salida, como la gente de 'El ángel exterminador'.

Esa es mi visión. Cada persona aporta la suya y cuando se trata de películas, situaciones o novelas ricas en hilos y sugerencias, las visiones se multiplican afortunadamente y todas seguro que aportan algo único y personal. De eso se trata. De complementar sin juzgar, pero eligiendo.

Es el caso de 'Mulholland drive', que tiene hasta páginas dedicadas a su interpretación. Me parece maravilloso.
Aquí va la mía.
En la historia aparecen mezclados, como en la vida misma, lo cotidiano y los sueños de su protagonista Diane, y ese entrecruzamiento fascinante va revelándose, poco a poco, según avanza la película.
Llega a Los Ángeles ilusionada y con la falsa limpieza de la superficialidad (foto izquierda). Su tía, que trabaja en la industria del cine, la ha dejado su apartamento mientras está de viaje y también una audición de casting para una película de un conocido. Conoce a Camille (foto derecha Camille-Rita), actriz como ella, de la que se enamora y con la que tiene una historia amorosa con final desgraciado. Porque Camille resulta la eligida para protagonizar el proyecto, a pesar de la impresionante audición que hace Diane. Es más, Camille acaba aceptando casarse con el director de la película y Diane, abandonada y fracasada, entra en una espiral de brutal desesperación y negrura en la que decide contratar a un asesino a sueldo para que mate a su ex amante y poco después de un sueño que pone en evidencia lo que no puede soportar (y por ello lo cambia en el sueño) se suicida. Sólo queda el silencio. "Silencio", es la última palabra de la película.


En el sueño la chica que va en un coche hacia Mulholland drive, una zona de Los Ángeles, es Camille en lugar de ella, camino de la  fiesta de celebración del compromiso de Camille y el director. Y en el sueño hay un accidente con el que se abre la película, nocturnas imágenes hipnóticas con la turbadora música de Angelo Badalamenti, de la carretera circundando a la ciudad.
La chica, tras el golpe, huye del lugar conmocionada y amnésica y se refugia en una casa, la casa de Betty (el nombre que tiene Diane en el sueño, la chica ilusionada aspirante a triunfar en el cine). Así cambia su historia haciendo que se conozcan las dos amantes en una situación más amable para Diane, cuando Betty, ella misma se encuentra en una situación de superioridad porque puede ayudar a Camille-Rita (el nombre que tiene en el sueño), porque su insomnio la pone en una situación vulnerable, necesitada de protección. Justo lo contrario de lo que ocurre en la vigilia. También modifica su fracaso en el cine, achacándolo a una oscura conspiración de productores mafiosos que obligan al director a contratar como protagonista de la película a Rita-Camille.

Juntas investigan quién es Rita y lo que ha sucedido... Una búsqueda de la identidad que es lo que recorre el fondo del sueño y de la propia vida de quien lo sueña, Diane-Betty.
Esa investigación las lleva finalmente hasta un nombre que recuerda de pronto Rita, y que resulta ser el de Diane. Llegan a su casa, la casa real de Diane y como en esa casa tienen que enfrentarse a una oscura sordidez, un aire enrarecido reflejo fiel de la soñante, ésta no puede soportarlo y la última escena del sueño es ellas dos huyendo de la figura muerta de Diane en su cama, volviendo a casa de Betty-Diane y allí desapareciendo Betty, llamándola Rita y abriendo una caja cuya oscuridad la absorbe.

Un personaje turbador del propio sueño, que ya ha aparecido antes, un hombre viejo vestido de vaquero y frases enigmáticas, abre la puerta del dormitorio donde Diane está dormida en la cama y dice: "Es hora de despertar".

A partir de ese momento la historia, en la que hasta entonces se han mezclado escenas de la vigilia con las de sueño, sigue su curso en la realidad de su situación exasperada, desoladora. Incluso la forma de agarrar la cafetera de Diane refleja la aspereza sin salida de su vida, su viejo albornoz tan raído y sucio como ella, sus ojeras que parecen regodearse en la desesperación, la llave sobre la mesita que era la señal del asesino a sueldo de que había matado ya a su ex amante, su encierro que se nota de muchos días ya, su mirada opaca fuera ya del mundo, rechazando y rechazándose, la visión de su memoria de los amables viejecitos que la animaron en el avión que la llevó a los Ángeles y que ahora son una insoportable burla del lado luminoso de la vida y la acechan como fantasmales esbirros de la oscuridad galopante, como gota que desborda el vaso haciendo estallar su autodestrucción. Esa mano que abre violentamente el cajón, apretando con rabia la pistola, tumbándose en la cama, disparando, todo en segundos brutales de punto y final.

Antes, en la mezcla de escenas de vigilia y sueño, la misma realidad abrumadora, porque ambas secuencias están apabullantemente vivas. El momento en que Diane se fija en el nombre de la camarera que les atiende a ella y al asesino que está contratando, Betty. En el mismo café de una las primeras secuencias inquietantes de la película, con un personaje tangencial, un cliente de ese mismo café que le cuenta a un amigo que ha tenido un sueño en ese mismo café, en el que están en esa misma mesa.

Y, por supuesto, no queda todo hilado, eso sería más simple que la vida. Queda por explicar, para mí, la escena esperpéntica del asesino visitando a un conocido en su despacho, hablando de la coincidencia de una chica a la que tenía que matar y que ha ¿muerto, desaparecido...? en un accidente de coche la noche anterior. ¿Parte de la historia real que nunca llegaremos saber? Posiblemente.

Igual que  las andanzas en el sueño del director de cine presionado por la mafia. Porque toda experiencia (lo único auténticamente real) abarca sueños y vigilia, lo que sabemos y lo que ignoramos. Lo que preferimos enfocar y lo que nunca podremos conocer. Los datos a nuestro alcance y los que siempre estarán más allá de nuestra historia. Historia dentro de cada una de las historias de las personas con las que nos cruzamos en un pequeño periodo de tiempo y que, a su vez, quedarán inmersas y entrelazadas dentro de sucesivas épocas, personas, sueños y vigilias, en un laberinto sin final.

Las dos protagonistas entrando en ese local turbador, al fondo de un callejón desierto recorrido por papeles que arrastra el viento, donde hay un escenario, un presentador que advierte que "no hay banda" aunque se escucha música, esa cantante que canta a capela una canción es español desgarrada, que habla de seguir llorando por tu amor.

Las esquinas a las que la cámara va acercándose muy lentamente. Las lámparas de bombillas chisporroteando, encendiéndose y apagándose. Los números guardianes del enigma de una puerta o un buzón, o un teléfono que descuelga una mano anónima. Esas lágrimas, ese temblor, ese alma rota que acaba siendo absorbida por la oscuridad, porque su decisión ha sido no aceptar los muchos lados de la vida, sino sólo uno de ellos.
     
       

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